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Valdegob�a y su comarca
Historia de los cartularios
Amanuenses
La antig�edad es probablemente lo m�s significativo y apreciado de un cartulario y el de Valpuesta tiene m�s de 1.000 a�os. Se trata pues de uno de los m�s viejos de Espa�a y hay quien cree que algunas de sus escrituras pueden ser las
m�s antiguas de este tipo de documentos, pues se comenzaron a redactar en el siglo IX. En relaci�n al cartulario valpostano, Ruiz de Loizaga manifiesta que " no ser�a aventurado considerarlo el decano de todos, ya que recoge siete piezas del siglo IX y 39 del siglo siguiente". Las m�s antiguas, a�ade, "se remontan a los a�os 804, 864 y 875, y las m�s recientes a mediados del siglo XI". Por su parte el reconocido catedr�tico de paleograf�a y diplom�tica Jos� M. Ruiz Asencio, refiri�ndose al primer grupo de actas del c�dice, el llamado Becerro G�tico, afirma que es " el cartulario de los reinos peninsulares occidentales m�s antiguo que conocemos". La importancia de los cartularios-becerros o tumbos, como tambi�n se llaman a los c�dices de iglesias y monasterios antiguos en los que se copiaba a la letra sus privilegios y pertenencias-, radicaba en asegurar la supervivencia de unos derechos. Actualmente, sin embargo, importan m�s por su extraordinario valor hist�rico.
Aunque esas copias est�n escritas con posterioridad al hecho que narran, no dejan de mostrarnos diversos aspectos de la vida medieval, no s�lo la situaci�n de cuentas y propiedades de monasterios e iglesias, sino tambi�n los cambios registrados en la agricultura y la demograf�a.
Miniatura del Beato de Li�bana
Pero sobre todo, revisten un especial inter�s para los estudiosos. Por ellos se puede analizar la evoluci�n de las lenguas romances en sus primeros tiempos y la permanencia de algunos top�nimos de una zona geogr�fica o la mudanza sufrida por otros al paso de los siglos. El de Valpuesta acumula una gran riqueza de vocablos de un castellano en desarrollo y una abundante lista de nombres de lugares en el valle de Valdegob�a y sus alrededores. Probablemente no hay ning�n c�dice de esos tiempos con tantas alusiones castellanas. Sus amanuenses no escribieron en lat�n culto, sino en el lat�n romanceado del vulgo para que pudieran entender el texto los interesados. Se transcribi� durante el proceso de formaci�n de Castilla y en plena evoluci�n de su lengua romance, aunque su variante escrita estaba por entonces en la fase de alumbramiento.
EL CARTULARIO LO FORMAN AL MENOS DOS
A pesar de que normalmente nos referimos en singular al Cartulario de Valpuesta, en realidad lo constituyen dos, que se guardan en el Archivo Hist�rico Nacional con los n�meros 1.166 B (Becerro G�tico) y 1.167 B (Becerro Galicano). El G�tico o viejo, por estar escrito en letra visig�tica, es el m�s valioso dada su antig�edad. Consta de 204 escrituras, 23 de las cuales est�n repetidas en todo su contenido o en parte, mientras que el Galicano o nuevo, transcribe, en letra carolina o francesa, un total de 138 diplomas del primero. Pese a que lleva el nombre de G�tico, hay que tener presente que su escritura es la llamada visig�tico-moz�rabe para no equivocarse con el per�odo de letra g�tica que es posterior y de �mbito europeo (siglo XIII al XV).
La letra visig�tica es propiamente espa�ola y se desarrolla durante cuatro siglos, del VIII al XII, cuando en las Galias se dio la merovingia, franca o francisca, en el norte de Italia, la longobarda, en el sur la benaventana y la insular en las Islas Brit�nicas.
Detalle cartulario de Valpuesta
Detalle cartulario de Valpuesta

Con posterioridad a ellas, surge la carolina durante el imperio de Carlo Magno, comienzos del siglo IX, que se extiende frente a las dem�s por Europa, gracias a la acci�n de los monjes cluniacenses y dura hasta el XIII, cuando aparecen nuevas formas gr�ficas y m�s defectuosas a cuya variedad se dio el nombre de g�tica. Nada tienen que ver estas caligraf�as con los godos y su tiempo, pues el calificativo de g�tica lo dieron algunos humanistas como equivalente a b�rbara y en contraposici�n a la romana aut�ntica. Aunque el Cartulario de Valpuesta no goza del valor escritur�stico, documental y codificado de esos c�dices y carece de las art�sticas miniaturas iluminadas de las dos docenas de "Beatos" ilustrados en la pen�nsula. Posee sin embargo un gran valor hist�rico y paleogr�fico dada su antig�edad, sin olvidar su gran val�a filol�gica por los referidos t�rminos romances que aparecen en �l. No contiene textos sagrados, ni lit�rgicos, ni reflexiones filos�ficas o teol�gicas, ni disposiciones reales como otros, puesto que, a excepci�n de dos Actas fundacionales, trata, como la mayor�a de Cartularios, de donaciones, juicios, ventas, cambios, y otros tipos de contratos. En las distintas formas de escritura del Cartulario de Valpuesta abunda la visig�tica con diferentes modelos de trazos de la docena de escribas que participaron en la versi�n del Becerro G�tico; adem�s de la preg�tica y la carolina o francesa. Esta �ltima llena todo el galicano y se aprecia tambi�n en actas del primero.

VALORACIONES FILOL�GICAS Y PALEOGRAFICAS
Respecto al valor que tiene el primer Becerro para el conocimiento del romance castellano, Ricardo Ci�rbide, en conclusi�n de su comentario filol�gico, considera que "los testimonios ling��sticos del Cartulario G�tico de Valpuesta, redactados en un lat�n macarr�nico altomedieval, constituyen una prueba de primer�simo orden de la

lengua hablada castellana, anteriores a los muy conocidos de San Mill�n de la Cogolla, que a su vez no son ni pueden ser propiamente castellanos. Y estos testimonios castellanos de Valpuesta son con frecuencia transparentemente castellanos, caso de toponimia y onom�stica as� como de frecuentes voces comunes". Se�ala este fil�logo, quien durante a�os ha estudiado las propiedades de los documentos valpostanos, que a pesar de ser diversos, los escribas del G�tico y de emplear el lat�n en distintas y sucesivas copias, salta en la redacci�n de los mismos "la lengua viva de la Castilla antigua, dentro de la cual formaron parte durante siglos las tierras alavesas de Valdegob�a". Tambi�n existen testimonios de palabras en euskera.

Lo m�s probable, a tenor de lo que dicen los estudiosos, es que esas expresiones en castellano se escribieron de forma natural e inconsciente. De ser as�, este hecho no indicar�a lo avanzado que ya estaba ese romance frente al lat�n cuando los amanuenses tienen que recurrir a �l para que sus testimonios se entiendan. Sin desde�ar el galicano, hay que afirmar que ambos tienen un valor inapreciable porque no s�lo nos presentan visos de la vida del monasterio de Santa Mar�a de Valpuesta, sino que tambi�n exponen muchas realidades de las gentes, con nombres y apellidos de testigos o de propietarios que hacen donaciones, y de los lugares de la comarca Omecillo-Ebro. Un aut�ntico fil�n para que los fil�logos encuentren datos nuevos sobre la ascensi�n del romance castellano frente a un decadente lat�n, los pale�grafos aprecien testimonios gr�ficos que ayuden a la investigaci�n y los historiadores desentra�en sus m�ltiples aspectos econ�micos y sociales sobre la repoblaci�n del Norte de Espa�a. Estas joyas manuscritas, hoy en el Archivo Hist�rico Nacional, pudieron dif�cilmente salvarse de las adversidades y abandono que en el siglo XIX sufrieron los centros religiosos.

Valpuesta, como multitud de monasterios, conventos, iglesias y colegiatas de Espa�a fue una v�ctima m�s de aquellos graves deterioros que los dej� en extrema soledad y un silencio de muerte. Las desamortizaciones, que pusieron fin al p�lpito de los hombres y mujeres que les daban vida y al eco de sus
Dibujo de la Colegiata de Valpuesta
Dibujo de la Colegiata de Valpuesta.
salmodias, ocasionaron adem�s p�rdidas irrecuperables en los tesoros bibliogr�ficos de sus archivos y bibliotecas.Est�n contabilizados 255 libros desaparecidos, restos de ellos se encuentran adosados a los tubos del aire del �rgano. Innumerables libros y documentos de gran valor hist�rico sobre gentes de dentro y fuera de sus muros, registros conventuales y parroquias, escrituras sobre cofrad�as, imaginer�a, construcci�n de los templos o realizaci�n de sus pinturas y objetos religiosos, se perdieron entonces para siempre. Otros con mejor suerte fueron dispersados por distintos centros religiosos, archivos parroquiales y episcopales y unos terceros quedaron olvidados sumidos en un sue�o secular por sacrist�as, celdas monacales o escritorios.

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